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* 7 VÍDEOS PROMOCIONALES PARA Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios

sábado, 8 de enero de 2011

The Autobiography of an Ex-colored Man. Escribir «under false colors or tell her the whole truth»

The Autobiography of an Ex-colored Man

Dover Publications Inc, NY, 1995, 100 pp.

«Negroes are themselves more or less a sphinx to the whites», se dice ya en el prefacio a esta novela publicada en 1912. En líneas generales, el atractivo de este libro podría haber sido muy limitado, al menos para mí: un Bildungsroman con su poco de picaresca y un paralelo, por lo visto, auténtico entre el autor James Weldon Johnson (1871-1938) y su protagonista. Hasta ahí, intereses puramente personales me moverían a leerlo. Pero la premisa es menos esperable: se trata de una historia de infiltración: el relato de un hombre negro cuyo aspecto es lo suficientemente ambiguo para pasar por blanco en unos Estados Unidos de principios de siglo XX.

Pensamos enseguida en el Coleman Silk de La mancha humana de Roth, ¿verdad? De hecho, hay una escena casi calcada de El lazarillo de Tormes, cuando el protagonista se da cuenta por primera vez en el colegio, a los seis o siete años, de que es negro.

En un capítulo de Saturday Night Live de los 80 Eddie Murphy protagoniza un sketch en el que vemos cómo se maquilla todo el cuerpo y se disfraza de blanco. De esta manera, destapa la gran verdad de la raza: «Slowly I began to realize that, when white people are alone, they give thinks each other for free»1. . El dependiente blanco le dice al blanco Murphy: there’s no need between us… take it! Murphy nos avisa entonces de que una sociedad sustitutiva habitará algún día entre nosotros: «I have a lot of friends, and a lot of make up», negros que se harán pasar por blancos para disfrutar de esos privilegios. Estarán en todas partes.








Digamos que el narrador autobiográfico de la novela que nos ocupa le saca algo más de partido a su condición de espía. Tiene la posibilidad de estar presente de manera inadvertida en conversaciones en que se habla como se hablaría si él no estuviese allí: lee una parte de la mente privada de otras personas. Él es un joven de clase alta con posibilidades de entrar en Harvard, por lo tanto hablamos de un discurso que me hace fantasear con Evelyn Waugh metido en el videojuego Splinter Cell. Accede a datos ocultos que sólo se revelan de igual a igual. Vemos que existe de verdad una sociedad secreta que el hombre blanco ya apenas considera secreta más que cuando se ve obligado a practicar un cambio de registro. Y ahí, claro, este hombre invisible descubre (confirma) la insolidaridad y la insularidad.

Mi incompetencia para la solidaridad y para la lectura de poesía hubiesen impedido que avanzase más, con sólo estos elementos; pero hay dos componentes de The Autobiography of an Ex-colored Man que me interesan especialmente:

“would not my story sound fishy? Would it not place me in the position of an impostor or beggar?” [p. 29]

Johnson presenta todo lo hasta ahora dicho sin posicionarse: hacerse pasar por lo que no se es, la impostura, ¿es una capacidad o una discapacidad? A través de los remordimientos del protagonista alcanzamos un nuevo matiz, más irónico, de la novela que progresa hacia un Candide combinado con las enseñanzas del ninjitsu.

Si la referencia a Philip Roth era obvia, ésta que viene ahora no lo es menos: pienso en el escritor de Carolina del Sur Percival Everett y en dos de sus novelas: Glyph (1999) y I am Not Sidney Poitier (2009). En la primera (próximamente reseñada aquí), la voz ultralúcida en primera persona de un niño de tres años superdotado y con una comprensión fanática de Derrida y Barthes (pese a no haber aprendido a hablar aún) nos participa su visión del mundo y lo extraño y enfermizo de las relaciones entre personas; en la segunda se recrean escenas de la filmografía de Poitier como la de la película de Raoul Walsh, Band of Angels (La esclava libre), en la que la aristócrata Amanda Starr descubría asimismo que era de ascendencia negra.

Su logro es que nos obliga a una relectura cómica de la ambigüedad, de la infiltración, del escondite, del pilla-pilla, del pilla-besos (¿han jugado ustedes al pilla-besos?, yo siempre pierdo).







En Shadows de Cassavetes, otra escena de epifanía racista


Agradezco a James Weldon Johnson por producir a un Percival Everett. Desde luego, su postura era consciente de la verdadera lucha que representaba la convivencia entre razas y toda la complejidad que entrañaba este personaje suyo con superpoderes, que pasa de infiltrarse como blanco entre blancos a mezclarse como negro entre negros. No hay nada de frivolidad en ello, la diferencia (echen ustedes mano de sus respectivos derridas) “[…] redeemed him from insignificance” [p. 34], pero el Cándido de Johnson es un hombre práctico y abandona de nuevo la negritud razonada y voluntariamente.

Hacia el final: “I ceased to regard ‘being a white man’ as a sort of practical joke. My acting had called for mere external effects. Now I began to doubt my ability to play the part” [p. 94].

En este sentido, hay que dar las gracias a Percival Everett por traducir temáticamente a James Weldon Johnson.

Se me ocurren más cosas. Ya hablaremos.

__________________

1. el sketch completo se puede ver aquí.

8 comentarios:

  1. Mi mentalidad infantil ha anulado toda lectura seria y provechosa de esta entrada hasta llegar a lo del pilla-besos. No me lo ponga usted más difícil, que intento hacer algo serio y me disperso con estas cosas. Yo siempre -cual idiota- ganaba al pilla-beso, no entendía entonces los gozos del perder. Este libro fue el que sacasteis a la mesa en cuanto me fui de aquel bar chino? Que desconsideración, pardiez!

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  2. Este libro era el motivo principal de la reunión Óscar... what a silly nigro! Gracias por llegar a la parte del pillabesos, para mí era lo más importante.

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  3. por cierto, Señor Cuaderno, ¿cómo resolvería usted el doble mortal que supondría traducir (aunque sólo fuese el título, ¡qué estupidez)) el "I'm Not Sidney Poitier"?

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  4. Mi propuesta, Diego, es 'Nosoy Sidney Poitier'. Me parece recordar que prácticamente todos los momentos de malentendido humorístico podían conservarse o adaptarse a esa solución. ¿Qué propones tú?

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  5. Es decir: 'Nosoy' figurando ser el nombre propio del protagonista.

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  6. el libro está aún por llegarme, y sólo he tenido acceso a un fragmento referente a uno de esos momentos de malentendidos. lo mío es pura incapacidad, no tengo nada que proponer, pero aceptaría de buena gana el Nosoy si salva los posibles obstáculos.

    el caso es que le he dado tantas vueltas que me he obcecado. no hay tutía. impepinable. cambiaría lo que fuese necesario mi gramática del castellano hasta hacer posible la fluidez y disimulo de la jugarreta. una chaladura.

    gracias.

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  7. O 'No Soy Sidney Poitier', nombre compuesto además. como no queriendo reconocer que 'Nosoy' sería lo mejor, dándole más vueltas a la tontería.

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