pynchon tartar

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* 7 VÍDEOS PROMOCIONALES PARA Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios
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miércoles, 7 de abril de 2010

Prólogos feroces. Yo fui tiroteado por René Char. (2)



Decía la última vez que mis veinte pobres años llevaron consigo la impresión producida por el apunte preciso elegido por Riechmann para introducir a Char, un estilo que me congeló, quizás debido a ese gusto por lo exacto –por las facetas regulares- de la juventud recién alcanzada (luego uno descubre y adora la asimetría, como es natural; años después se elige si la simetría apetece a nuestro carácter o no):

rápido acceso a una deslumbrante madurez poética.

También pudo ser el cebo que representa la palabra madurez, de eso hablamos más adelante. Estuve en manos de Riechmann ese día. Escribe su prefacio a La palabra en archipiélago en vida del poeta francés –a quien conoce los días 1 y 4 de marzo de 1985 en su casa (muere tres años después)-, lo tiene delante y dice de él: ha visto morir y se ha visto obligado a dar muerte (participa en la Resistencia en los Bajos Alpes entre 1942-44)[1] Maravillas comunicadas y muertes comunicadas, finales transmitidos por Char y traducidos por Riechmann.
Puede que mi lectura de Char haya ido madurando también –eso quiero creer-, y a la vez que sigo deslumbrado por muchos de sus libros contraigo una deuda muy personal con él de la que a veces no estoy suficientemente al tanto. La culpa de ello la tiene el lugar que ocupa René Char en Célinegrado.

Las noches que me toca hablar aquí preparo sólo los alrededores de lo que quiero decir, juego a ver qué sale. La propaganda de Célinegrado no es gratis, como ya sabréis –a vosotros os hablo, a todos los que habéis venido por el anuncio, por los carteles- por la calidad de los carteles que invitaban a esta ¿función? (función, espectáculo de la crítica, si queréis).
El tema prometido era el de los prólogos de altura. No me he dado cuenta de cómo eso me llevaría irremediablemente a recordar que El compañero mortal -¡pero corred a buscarlo! pertenece a la sección “Poemas de los dos años”, ¿aún no me he ganado ni un poco de vuestra confianza?-, que Le mortel partenaire, digo, lleva diez años colocado en mi estandarte.
¿Cuál era el eslogan de alguno de esos carteles, los apuntáis alguna vez?

En el centro de la poesía un contradictor te aguarda. Es tu soberano. Lucha realmente contra él.

Con explosiones en el interior, añadía la publicidad (este verso es nuestro).
La preocupación de esta ciudad capital vuestra y mía, Célinegrado, por su adversario (por lo que llamamos nuestro adversario, así, en negrita) es una constante que sólo a aquellos para los que hoy es su primera noche resultará algo desusado. Está bien pensar, como ya he oído a alguno fuera de aquí, que Cuaderno Célinegrado es la Cúpula del trueno de algo más extenso. No sé qué deciros. Puede que esto no sea más que la reflexión hecha por humanos musculosos en un futuro que hubiese arrasado químicamente la hermenéutica.
Considero más acertado subir al estandarte todo Hojas de Hipnos:

El esfuerzo del poeta apunta a transformar viejos enemigos en leales adversarios.

Me he salido de nuestro tema como un animal, disculpadme. Volveré a empezar.
__________
[1] escribe a modo de diario de guerra, Hojas de Hipnos (1946).

miércoles, 31 de marzo de 2010

Sobre los prólogos más feroces.



Imagino que el prólogo, como el poema, puede volverse en un segundo, repentinamente, todo lo contrario a Eureka.

Después no he seguido demasiado a Jorge Riechmann en su poesía. En mi archivo sentimental encontraríais pocas más referencias que las marcas -repasadas por un decenio- que me hizo en la educación (por nombrar una parte bella de mi cuerpo) con el prólogo a su traducción del libro de René Char, La palabra en archipiélago.

O el uso de ese prólogo provocó estas marcas educativas. Como queráis.

No he sabido seguir la poesía en general. Existen unas circunstancias médicas por las que yo no puedo recapacitar y entender algo en un poema; no es falta de pulso o concentración (siempre llevo esos justificantes conmigo para frenar las ejecuciones morales que puedan alzarse en amables, muy amables, seseras). Yo que he descubierto la cualidad AOR en el Auster tardío y en el Auster primero, y en parte de la obra intermedia de Auster también, éste mismo que os digo, no ve en un poema más que la plaquette inestable –un día os escanearé mis papeles del médico, insisto-: generalmente pierdo el tiempo más rentable de la lectura en el estudio de mucha perspectiva interna o externa: en nada. Busco los adjetivos cardinales de un texto, pero para mí, al cabo de la jornada, el fragmento poético es siempre:

your ouija board spelled/spelt ouija board

Hay una especie de prólogos y de poesía que se come su propio exoesqueleto, su muda (que siempre le será más nutritiva que la muda de otro texto extraño a su cuerpo, por muy orgánico que éste se diga). Piel cambiada. Estructura mínima coloreada apenas.

¿Cuántas veces un fragmento no será otra cosa que el abono futuro de otras palabras, de aciertos más potentes? ¿Cuántas veces no lo ha sido, no lo viene siendo? La influencia. Llámalo angst y quédate contento.

A mí me importa que el prólogo y el poema sean el resultado de un trabajo parecido.

No se puede decir que los prólogos feroces nunca lo sean conscientemente, porque se mueven contaminados por la obra que preceden, que traducen a veces en una destilación. Pero el fervor puede pervertirlos con el argumento de que será sólo un instante. El tono hiperbólico de la condensación es a veces el del predicador que arrastra al paralítico por el estrado y que, cuatro horas más tarde en su camerino de predicador, seguirá convencido de que ha curado a un hombre por la palabra.1 Seducidos por la brevedad. Fuga.

Hay prólogos que merecen prólogos, lo que exigiría quintaesenciar aún más. El de Riechmann yo lo introduciría con sólo dos palabras triunfales de descubrimiento (imaginad cada uno por vuestra cuenta también la música, por favor):

Notung! Notung! 2

(Lo habéis hecho muy bien). Y eso basta.

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1 "Más que suficiente para aprender que la voz molesta, que una boca abierta, arrastrando palabras, es un acto sucio, inactual”; Iván Humanes, sobre Museo de la Novela de la Eterna.

2 http://www.youtube.com/watch?v=5udi9E4NJ7U&feature=related