Gloria. Podéis ir en paz. A estas alturas ya sabemos que cuando terminamos la lectura de novelas contemporáneas –y por supuesto esto es extensible a toda otra manifestación que se os ocurra- no nos levantamos y nos vamos en paz. La mayoría de las veces aquello ni siquiera se puede decir que haya acabado. No voy a hablar de finales. Sólo quiero poner un asterisco aquí y decir que por mi cabeza siempre pasa en ese momento aquella pieza que no sabría localizar (esto y otras cosas menos divertidas de ver han hecho las lecturas desordenadas conmigo) de Klopstock sobre la improvisación, sobre la frase o el discurso de genio empezado sin saber muy bien a donde se dirige, en qué irá a parar, sin que la opinión o la tesis que se va a apoyar sea lo crucial de toda la elaboración del texto o del habla, del texto de camino al habla (cito humildemente, Heidegger pasa por mí como suero fisiológico, no tengo capacidad para absorber apenas un nutriente del ser ahí). Algo parecido, esa indecisión momentánea, les sucede a los bombarderos. Me consta.
Dicho todo esto, no quiero aburrir más, concluyo: no se nos quiere con la guardia baja. Eso es lo loable, ¿no? Eso sí debe ser interacción, espera de respuesta, esgrima. Me consta, decía: como bombardeado[a].
El autor duro, el autor de carácter, el que viene de violentas caídas y, digo más, de violentas caídas anteriores, cree en un lector ficticio capaz de tragarlo todo:
volarás del dolor al deber.
Tragar como Ernest Pudding traga el excremento de Katje en El arco iris de gravedad[b].
Dicho todo esto, no quiero aburrir más, concluyo: no se nos quiere con la guardia baja. Eso es lo loable, ¿no? Eso sí debe ser interacción, espera de respuesta, esgrima. Me consta, decía: como bombardeado[a].
El autor duro, el autor de carácter, el que viene de violentas caídas y, digo más, de violentas caídas anteriores, cree en un lector ficticio capaz de tragarlo todo:
volarás del dolor al deber.
Tragar como Ernest Pudding traga el excremento de Katje en El arco iris de gravedad[b].
Aunque éste es mi testimonio, el de quien ha vivido el entrenamiento para la comprensión y muy probablemente no la comprensión. Para completar eso os quiero aquí, para eso os he llamado. Porque los animales nos espantamos siempre de la misma locura de la luz. Pynchon es mi pretexto para insultar a Pynchon (a lo que me dispongo, para lo que he convocado este poco de miseria aquí): la luz en mi familia es un recuerdo genético de antepasados (dejadme decir mejor antepasardos) que oyeron hablar de alguien alcanzado por el rayo (a mí me gusta pensar que esa historia también sería apócrifa).
Lo que querría oír es la honrosa rendición[c], la fonética resignada: ei ssörrender.
Lo que querría oír es la honrosa rendición[c], la fonética resignada: ei ssörrender.
Para evitar una cierta sepultura en respuesta a lo dicho, referiré –no quiero que digan que no apoyo mis afirmaciones con autoridades- la parábola súbita de una amiga –los amigos son mi autoridad, no podríais refutar eso con coherencia- que interrumpió una sesión de fotografías pornográficas silbando precipitadamente:
¡sácala, la he sentido demasiado blanca!
Hecho real. Ya hemos dicho que Pynchon no hace un poema, que su texto no es un ajusticiamiento: si Pynchon cede a nuestras peticiones, si renuncia a eso, se estaría jugando su propia diversión. La Oscuridad bien conservada en Institutos de exceso. En fuertes.
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[a] “(…) la superación del problema psicológico de cómo mantener despierto el interés de las tripulaciones por su tarea, a pesar de su carácter abstracto (…)”; W. G. Sebald, Sobre la historia natural de la destrucción; Anagrama, Barcelona, 2003, p. 73.
[b] “(…) pero aprieta valientemente los dientes. Pan que sólo hubiera flotado en las aguas de algún retrete, sin ser visto, sin ser probado (…)”, Tusquets, Barcelona, 2002, p. 356.
[c] p. 348. del mismo; y
So, my darling, please surrender
All your love so warm and tender
(Surrender, Elvis Presley).
A través de tu mirada crítica, hemos aprendido a conocer la mente de ese laberíntico y complicado autor, que más que novelas escribe juegos de competición entre su cerebro y el de su lector.
ResponderEliminarDiremos contigo, adios a Pynchon... hola Pychon.
Un abrazo...
Esto es, amigos, nos iremos ahora a por otros temas -a refrescarnos- y volveremos de repente a cerrar el caso Pynchon como se merece. Y no volveré a ocuparme más de él, seguramente habré dicho todo lo que yo puedo decir.
ResponderEliminarGracias, un saludo.
Aquí estaremos, a la espera de la nueva entrega...
ResponderEliminarSaludos...
Lo último que he leído suyo es Vineland. Había momentos que parecía estar leyendo una película de Tarantino.
ResponderEliminarPor cierto ¿Surrender no es de Doc Pomus y Mort Shuman? Elvis quizá la cante muy bien, pero el mérito de la letra no es suyo. Saludos :)
Muchísimas gracias, Natalia, ahí me apresuré. Ya no hago la corrección, quede tu mensaje.
ResponderEliminarVoy a tu blog, he visto un nombre que me gusta repetido algunas veces.
Un saludo.
5 de abril de 2010 05:07