«¿Fue tímida entonces la  sonrisa del espectáculo, desapareció inofensivamente entre bastidores,  se despidió con una reverencia tradicional y la dejó tranquila? ¿O  volvió, por el contrario, al acabar el baile, a recorrer el escenario,  con sus ojos de fuego clavados en los de Edipa, con una sonrisa perversa  y despiadada; se acercó y dirigió a ella, sola en medio de las filas de  asientos vacíos, y le murmuró palabras que no habría deseado oír?»La subasta del lote 49 (1965), Thomas Pynchon, Tusquets Editores, Barcelona 1994, [p. 55] (traducción de Antonio-Prometeo Moya).
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